Una imagen vale más que mil palabras… o no

Depende. Todo depende de según cómo se mire todo depende.

Cuánta razón tenía Pau Donés cuando cantaba esto.

 Yo me pongo a reflexionar sobre esta afirmación,  una imagen vale más que mil palabras, y me pregunto: ¿a quién le vale?, ¿y para qué?, ¿para gustar, para motivar, para inspirar…? Puede que para eso sí.

 Si se trata de una obra de arte o una fotografía seguro que nada más verlo sabré si me gusta o no, si me inspira o no, si sé lo que me quiere contar o no… aquí ya empiezo a dudar si con solo una imagen cuento con toda la información necesaria para entender lo que su creador quiere contarme. Y… ¿Vale para vender?

Si hablamos  de vender productos, es posible,  por ejemplo, en el caso de que tengas una frutería con una web llena de fotos de frutas, si son fotos de calidad, el trabajo ya está casi hecho. Pero, ¿y si eres una psicóloga y quieres vender tus servicios?, ¿vas a hacerte una web donde aparezca un diván?

Puede que esto antes valiese, pero ahora es mucha la competencia y hay que saber destacar.

El cliente no tiene tiempo de adivinanzas y elegirá el negocio con quien sienta empatía, le ofrezca confianza y  le deje claro desde el minuto 1 su propuesta de valor y los beneficios que va a obtener si le compra.

Una imagen junto a una buena redacción vale más que mil imágenes.

Para que una web funcione son muchos los aspectos que debemos de tener en cuenta: la usabilidad, el diseño, la calidad del servicio y producto, el branding, su posicionamiento en Google, la autoridad del propietario de la web o del producto… y también, los textos.

Una web corporativa, un anuncio en redes sociales, una carta de ventas… si pretenden atraer para ser elegidos deben utilizar imágenes y palabras, diseño gráfico y copywriting.

 Las imágenes y las palabras se complementan, pero no todo vale.

 A continuación te voy a mostrar un estudio que se realizó en el 2017 por investigadores de la Universidad de Durham, Reino Unido.

Estudiaron el efecto que generaba en 671 comensales cuando se incluían fotos en los menús de restaurantes. Observaron que, por razones socioculturales, asociaban el menú con fotografías a un restaurante de gama baja, mientras que los menús solo con texto solían identificarse con restaurantes de gama alta.

Llegaron a la conclusión de que los platos con nombres descriptivos, como helado de chocolate con una foto al lado, hacían que los clientes lo compraran más, mientras que si aparecían en la carta platos con nombres ambiguos, como por ejemplo Vals sobre el hielo, la inclusión de fotos tenía un efecto opuesto. Al igual que si se incluían adjetivos del tipo pollo tierno,  el cliente se veía predispuesto a juzgar si el plato es realmente “tierno” por esa imagen.

Este estudio nos demuestra que las imágenes atraen, pero si no existe una coherencia entre la imagen y el texto este tándem es contraproducente.

Y ahora si no quieres que tu web, anuncios o mensajes en redes sociales se queden cojos, empieza a darle importancia a lo que escribes, cómo lo escribes, para qué lo escribes y sin olvidarte de para quién lo escribes.

Seguro que ya sabes que el copywriting va a ayudarte a darle sentido a tus palabras, ahora tiene dos opciones, ponerte a aprender copywriting o delegar este trabajo a un copywriter.

Si tienes tiempo para aprender, fenomenal, ¡adelante!, tienes muuuucha información en Google, pero si tu tiempo es oro y quieres empezar ya a tener mejores resultados en tus ventas, escríbeme y yo lo hago por ti.

 ¡Qué tengas un día estupendo!

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